jueves, 5 de julio de 2012

El desgarro del LCA, ese inquietante enemigo


Eric Maynor, Ricky Rubio, Derrick Rose, Iman Shumpert o Baron Davis. Esta particular temporada ha sido testigo de un número inusualmente alto de lesiones graves de rodilla, teniendo todas ellas un denominador común: la rotura del ligamento cruzado anterior (LCA o ACL en inglés), ya fuera como única afectación o acompañando al desgarro de otros ligamentos.


Tras ver los diferentes plazos de recuperación que se les estimó a cada uno de los jugadores me empezó a picar la curiosidad sobre el porqué de tanta disparidad entre ellos, pues se llegaba incluso a la situación de que lesiones aparentemente más graves iban a tener un tiempo de baja menor que otras más “leves”. Y ya me acabó de interesar el tema tras leer por twitter a alguna gente comentar, una vez que se confirmó la lesión de Ricky, cosas del estilo a ¿cómo puede ser que siempre en baloncesto la lesión del LCA necesite de un tiempo de recuperación mayor que en fútbol?

Dado que a mí todo esto me ha servido para comprender bastantes más cosas acerca de este tipo de lesiones, espero que a los que también habéis tenido la curiosidad os sea de utilidad para tratar de aclarar dudas como las que yo me planteé en su momento. Para intentar explicar mejor todo, pondré como ejemplos a algunos de los jugadores mencionados al principio.

Generalidades

El LCA resulta especialmente importante para la estabilidad de la rodilla, pues su principal función es unir la tibia con el fémur evitando que la primera se desplace hacia delante con respecto al segundo. Su lesión, como muchos hemos podido ver este mismo año, se produce, por ejemplo, tras un mal apoyo después de un salto (Rose), un cambio brusco de dirección (Shumpert) o un simple golpe en la zona (Rubio).

Una vez confirmado el diagnóstico lo más problemático es, y más aún si dicha rotura viene acompañada de la afectación de otras estructuras, conocer si el jugador podrá llegar a alcanzar, tras la reconstrucción y posterior rehabilitación, el nivel previo a la lesión. Dada la alta incidencia de roturas del LCA (constituyen aproximadamente el 50% de las lesiones de ligamentos de la rodilla), tenemos numerosos ejemplos de jugadores que pasaron por el mismo calvario en la propia NBA. Y, por desgracia, muchos de ellos nunca consiguieron recuperar su nivel de juego, como señalaba Alberto de Roa en este artículo para NBA Maniacs.

Reconstrucción del LCA

La reparación quirúrgica del LCA se hace mediante artroscopia. Ésta permite insertar una cámara dentro de la rodilla con la cual comprobar en un monitor el estado del ligamento afectado y también revisar si hay otras estructuras comprometidas (como ocurrió en la intervención de Ricky, pues durante la operación los médicos comprobaron que, además del cruzado anterior, también se había roto el LLE o ligamento lateral externo).

Una vez localizado el ligamento dañado, éste es retirado y posteriormente reemplazado por tejido procedente de otros tendones del mismo individuo o incluso de un donante. Para colocar el nuevo ligamento en el mismo lugar que el viejo, se hacen unos túneles en el fémur o la tibia y, a través de unos tornillos reabsorbibles, se fija en su lugar. Esto tiene la ventaja de que a medida que va cicatrizando los túneles que se han hecho en el hueso se van “llenando”, mejorando si cabe la fijación del injerto.


Rehabilitación

Su objetivo principal es que el jugador alcance el nivel previo a la lesión, reduciendo a la vez la posibilidad de una nueva rotura. En muchas ocasiones resulta incluso más importante que la propia cirugía. 

Aquí es fundamental el no acortar plazos y no precipitarse a la hora de permitir al jugador volver a las pistas, ya que si, por ejemplo, el tono muscular del cuádriceps y de los isquiotibiales (pues la estabilidad de la rodilla depende principalmente de ellos) no es todavía el adecuado las posibilidades de que la vuelta a la actividad concluya en un fracaso aumentan. Esto es debido a que músculos como los isquiotibiales tienen la misma función que el propio LCA (evitar el desplazamiento de la tibia hacia delante), con lo que reducen la tensión en el ligamento reparado. Así, si éstos no están lo suficientemente fortalecidos el recién recuperado LCA tendrá que realizar un trabajo mucho mayor, aumentando el riesgo de aparición de una nueva lesión.

Del mismo modo, y al hilo de lo anterior, otro aspecto a tener en cuenta en las lesiones del LCA es que las cargas que se emplean a lo largo de la rehabilitación y que actúan directamente sobre el propio tejido del injerto facilitan su reparación, pero si la carga se vuelve excesiva puede acabar con la rotura del mismo. Esto explicaría algunas recaídas que se producen incluso antes de que el jugador vuelva a la competición.

Con respecto a los plazos de recuperación hay que decir que llaman la atención en más de una ocasión. Resulta curioso que a Ricky, que se desgarró además del LCA, el LLE, le estimaran una baja de 6 a 9 meses, mientras que a Rose, que únicamente se lesionó el LCA, le señalaran que su vuelta a las pistas tendría lugar entre 8 y 12 meses después de la operación. A primera vista puede resultar incomprensible, pero estas estimaciones tan dispares se tornan bastante lógicas si nos fijamos en la forma de jugar de ambos: Rose, mucho más explosivo, frente a un Ricky cuyo punto fuerte no es precisamente el dribling ni el uno contra uno, sino más bien el pase y el hacer jugar al equipo. En resumidas cuentas, Rose, a diferencia de Ricky, sí que depende mucho más de su estado físico, ya que los cambios de ritmo y de dirección tan habituales en su juego desgastan y mucho sus rodillas.

Todo estas diferencias se vuelven mucho más ostentosas si comparamos la rotura del LCA producida en baloncesto con la producida en fútbol. En este último, los jugadores que han sufrido este percance suelen volver a jugar a los 6 meses de lesionarse, mientras que en baloncesto ese tiempo siempre se alarga, dado que lo normal es prever una vuelta a las canchas entre 6 y 9 meses después. ¿Por qué? 

  • En fútbol el mecanismo principal que produce la lesión es, por decirlo así, un gesto no natural, como puede ser un giro brusco de la rodilla al quedársele al jugador el pie clavado en el césped. La acción principal que se lleva a cabo en este deporte (correr) no está en relación con la afectación del LCA.

  • En baloncesto, por el contrario, la acción principal (saltar) sí que está implicada, siendo causa de la lesión en muchas ocasiones. En consecuencia, hay que tener en cuenta el “impacto” de los saltos a la hora de recuperar de una forma adecuada a ese ligamento, ya que va a estar mucho más castigado. Ello provoca que el tiempo de baja en este deporte sea mayor.

Dicho de otro modo: en baloncesto la recuperación requiere más tiempo porque ha de incidir sobre la propia acción de ese deporte. A saber: lesión muchas veces producida tras un salto, que una vez curada seguirá expuesta una y otra vez a esa misma actividad. Y no sólo los ligamentos. También los meniscos sufren, puesto que son los encargados de absorber todo impacto que se produce tras saltar (mientras que los ligamentos son los responsables de la absorción de la tensión, de ahí la importancia, como se comentó antes, de volver a la actividad con un buen tono muscular). Esto explicaría el porqué tras lesiones graves de rodilla algunos jugadores han tenido, después de su vuelta a la competición, problemas en la rodilla sana, principalmente de menisco, por sobrecarga, ya que se tiende a centrar las cargas en la rodilla sana para tratar de “preservar” la operada (me viene a la cabeza el caso de Amar’e Stoudemire tras su microfractura en la rodilla izquierda, que acabó teniendo que ser operado meses después de la rodilla derecha por el desgaste a la que la terminó sometiendo). 

Sin embargo en fútbol, al ser el mecanismo lesional diferente, no se necesita de un período de recuperación tan largo. Los giros de rodilla causantes de la mayoría de estas lesiones no son una acción habitual de ese deporte, sino algo accidental, con lo que el castigo de los ligamentos en ese aspecto no va a ser un continuo.

Conclusiones

Visto todo esto, cabe entender ahora el porqué se han fijado plazos de recuperación tan dispares para unos jugadores y otros, a pesar de habernos encontrado “rarezas” tales como que una lesión mayor como fue la de Ricky (por el número de ligamentos afectados) o la de Shumpert (LCA + menisco lateral) vaya a tenerles de baja menos tiempo que a Rose, que únicamente tenía dañado el LCA de su rodilla izquierda. 


Aclarada esta primera duda, hay que plantearse la segunda y fundamental: ¿en qué condiciones volverán todos estos jugadores de sus respectivas lesiones? Particularmente creo (y espero equivocarme) que a Rose le costará muchísimo llegar al nivel que tenía antes de romperse. Y eso en caso de que lograra llegar a ese nivel, que recordemos que es el de MVP de la Liga. Sin embargo, en jugadores como Ricky, por lo ya comentado de su forma de jugar, sí que parece más factible su vuelta al 100%. En cualquier caso, esto depende también de la suerte, y ésta es poco predecible. El tiempo nos dirá.


Con la colaboración de Judith Lorenzo (@JudithLorenzo90).

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