sábado, 10 de noviembre de 2012

Gracias por su visita

Eso pensamos los aficionados de los Lakers ayer por la tarde a la vez que respirábamos aliviados. Finalmente se ponía fin (valga la redundancia) a ese despropósito iniciado el 25 de Mayo de 2011. Aquel día Jim Buss, cegado por su empeño de eliminar cualquier vestigio de Phil Jackson que quedase por la franquicia angelina, se decantó por Mike Brown para ocupar el banquillo desechando otras opciones mucho más lógicas a la vista de cualquiera e incluso demandadas por los propios jugadores, como la del ex púrpura y oro y hasta entonces asistente del Maestro Zen, Brian Shaw.


Se le firmó por la friolera de $18 millones por 4 temporadas. Un contrato sin duda altísimo para alguien que, si bien fue capaz de llevar a los Cavaliers a la única Final de la NBA de su historia, únicamente era conocido por dos aspectos: a) Defensa; b) Llevarse bien con la estrella del equipo, hasta el punto de dejar, si fuera necesario, el destino del mismo noche tras noche en manos de ella. Porque en ataque, a decir verdad, iba con lo justito. 

13 partidos consecutivos se “cascaron” Los Ángeles Lakers sin pasar de la barrera de los 100 puntos anotados al principio de la 2011-12, récord que únicamente fue superado antes de la implantación del reloj de posesión allá por la 1954-55 y que dejaba bien a las claras de qué “pata” cojeaban los californianos. Porque ver a los de LA durante los meses de Enero-Febrero especialmente daba auténtica pena. El ataque era de lo más bochornoso que se ha podido ver por la NBA en los últimos años (quizá, así de memoria, sólo equiparable al de aquellos Raptors de la 2003-04, donde otro tipo que no valía para otra tarea que no fuera la de especialista defensivo dentro del cuerpo técnico, Kevin O’Neill, llevó a una plantilla que contaba, entre otros, con Vince Carter, Jalen Rose, Donyell Marshall y un rookie Chris Bosh, a promediar 85.4 puntos por partido). Y claro, ante tanto atasco en el ámbito ofensivo la “genialidad” a la que recurría siempre Brown, dentro de su reducido número de sistemas ofensivos (uno), era, cómo no, el Kobesistema. Balón a Bryant y que él resolviera. Claro, esto funcionaba alguna vez que otra, pero por costumbre que siempre él tuviera que solucionar la papeleta obviamente no daba buenos resultados. No parece así extraño que Kobe cosechara los peores porcentajes de tiro de su carrera si excluimos sus primeros dos años en la Liga. Y es que más allá de tacharle de chupón (el recurso fácil de muchos), el problema estaba por otro sitio.

Tras la llegada de Sessions a mitad de Marzo se pudo ver cierta mejora en el aspecto ofensivo, e incluso por momentos y coincidiendo con la recuperación del otro recién llegado en el Trade Deadline, Jordan Hill, y la “explosión” de Metta World Peace después de unos primeros meses en los que estuvo en una forma lamentable, se llegó a ver a un equipo muy sólido que, por primera vez en la temporada, además de defender atacaba decentemente sin tener que recurrir constantemente a su estrella. Pero esas pocas semanas “de gloria” llegaron a su fin poco después de comenzar los Play-Offs. Y es que tras ir ganando 3-1 a Denver los angelinos casi acaban de vacaciones antes de tiempo después de que los Nuggets le forzaran el séptimo partido. Tras ello vino la serie con OKC, que acabó 4-1 y en la que volvieron a aflorar viejas carencias. Eso sí, ese 4-1 resultaba por momentos algo engañoso, pues 3 de los 5 partidos se decidieron por tres puntos o menos, y en un par de ellos además los de LA poco menos que se dejaron remontar. 


Y una vez consumado el adiós a la 2011-12 llegaba la depresión. Nadie confiaba en que ese equipo fuera a ser capaz de hacer algo a medio plazo, esto es, en los años que le quedaran de profesional a Bryant. Pero, como ya vimos, Kupchak volvió a hacer de las suyas y la ilusión volvió a la “familia” Laker. Sólo quedaba encajar las piezas y que todo comenzara a rodar.

Pero eso nunca sucedió. Fue como un coche con ruedas cuadradas. Sobra decir, en este caso, quién “desempeñaba” el papel de rueda. Hablando más de una vez por twitter de este tema recurrente que es (o era) Mike Brown, alguna gente que tiene bastante idea de esto me comentaba (y con razón), ante mis continuos palos a Brown y mi falta absoluta de confianza en él de cara a esta 2012-13, que había que dejarle el beneficio de la duda porque por primera vez iba a tener un training camp para poder preparar la temporada. Algo que, por culpa del Lockout, no hubo el año anterior.

Sin embargo las derrotas comenzaron a caer una tras otra en pretemporada, hasta llegar al 0-8 final. Ni una mísera victoria que echarse a la boca antes de empezar la Regular Season. Las críticas hacia el entrenador, cómo no, iban en aumento. Una de las razones que se esgrimían para justificar en parte las derrotas era que los jugadores aún estaban adaptándose a la “Princeton Offense”, ese sistema de ataque que venía de la mano del nuevo asistente de Brown, Eddie Jordan.


Se llegaba así al 30 de Octubre. Primer partido de la nueva campaña, en el Staples y contra unos Dallas Mavericks sin Nowitzki. Y primera derrota. Pese a un Bryant que anotó casi el 80% de sus tiros, un Gasol que hizo un 23/13/6 y un Howard que acabó con 19/10 (aunque con pírrico 3/14 en tiros libres). Algo no carburaba, y la confirmación vino en los siguientes partidos. Otras dos derrotas, esta vez frente a Portland y Clippers, y peor inicio de temporada para los angelinos desde la 1978-79. Brown salvaría el primer match-ball en un sencillo partido en casa frente a Detroit, pero tras la derrota en Utah el pasado día 7 y la posterior comparecencia ante los medios de Kupchak en la cual le ratificaba en el cargo nos hacía el cuerpo a que sus días en Hollywood estaban contados. De esa forma, el Viernes 9 se confirmaba lo esperado: Brown era despedido después de acumular 12 derrotas en los 13 partidos (contando pretemporada) de esta 2012-13. 18 en 21 encuentros si nos ponemos a contar desde el 3-1 a Denver de los PO del pasado año.


El balance que dejaba el ya ex-entrenador era de 42 victorias y 29 derrotas en temporada regular y 5-7 en Play-Offs. Pero más allá de los números, que tampoco son calamitosos, estaban las sensaciones. Lakers pareció el año pasado e incluso en éste una auténtica banda durante muchos momentos. Si bien hace unos meses se podía achacar esto en parte a las carencias de la plantilla, este año (por mucho que se pudiera decir del banquillo) no había excusas.

¿Qué va a pasar ahora? Todavía no se sabe nada. Se especula con la llegada de Mike D’Antoni (sobre todo por el “factor” Nash, aunque le acaban de operar para ponerle una prótesis en la rodilla y no podría estar en el banquillo hasta Diciembre), Jerry Sloan (y su defensa y su maestría en los pick-and-roll, si bien su personalidad podría chocar bastante con el actual vestuario angelino) e incluso Phil Jackson o Brian Shaw. No hace falta mencionar, y más después de escuchar anoche al Staples en el primer partido sin Brown, quién es el preferido de la afición. Pero hay dos importantes factores en contra de la que sería tercera vuelta del Maestro Zen al banquillo de los de púrpura y oro: a) Jim Buss, quien se tendría que tragarse una buena después de todo lo que montó hace año y medio; b) El hecho de que ya haya comenzado el curso. Jackson siempre que ha entrenado lo ha hecho desde el principio, y se ha mostrado rotundamente contrario a incorporarse a un equipo una vez comenzada la campaña. Pero claro, el banquillo Laker es el banquillo Laker. Y más aún con la plantilla de este año. Por poner un ejemplo, parece que D’Antoni ha dicho que entrenaría en LA hasta cojo, así que nada es descartable (y más aún viendo todo lo acontecido con los fichajes en este verano). En unos días saldremos de dudas.


Y ésta ha sido la historia del paso de Mike Brown por Los Ángeles. Un buen asistente defensivo que nunca debió ser contratado para otra tarea diferente de ésa porque, simplemente, no vale para ello. Y este borrón de algo más de una temporada hay que debérselo únicamente al Sr. Jim Buss: como siempre, al igual que en otros aspectos de la vida, que el odio hacia una persona sea la principal razón que te lleve a tomar determinadas decisiones siempre, o prácticamente siempre, condena desde el primer momento a éstas al fracaso.