martes, 13 de marzo de 2012

La triste historia de Eddie Griffin



Ésa era mi mayor preocupación. Si no le hubiéramos hecho saber que tenía que ser responsable de sus actos, ¿qué ocurriría en unos años, cuando llegara a ser un atleta profesional?

En el Roman Catholic HS de Filadelfia se encontraban a tres semanas de la ceremonia de graduación del año 2000, y el mejor jugador de instituto del país durante ese año no tuvo otra ocurrencia que liarse a puñetazos en la cafetería con un compañero de equipo. Dicha pelea le costaría la expulsión del centro, a pesar de lo cual recibiría su diploma un mes después de la ceremonia. Mientras tanto, el Reverendo Paul Brant, a la sazón el director, le había destinado un tutor para casa, con el propósito de que realizara sus tareas académicas finales.


Ésas fueron las palabras pronunciadas por teléfono por el Padre Brant tras el incidente y posterior expulsión de Eddie. Insistía además en que había hecho todo lo que estaba a su alcance para evitarle a su joven estrella un futuro conflictivo.

Después de esto, el chaval al que muchos señalaron como la mayor estrella que salía de Filadelfia desde Rasheed Wallace ingresó en la Universidad de Seton Hall. En el curso 2000-01 irrumpió con 17,8 puntos, 10,8 rebotes y 4.4 tapones por choque. Todo ello le valió para ser nombrado Freshman del año en la Big East, a la vez que pulverizaba algunos récords históricos de la propia Seton Hall: logró 133 tapones en una sola temporada, 21 rebotes en un partido (récord para un novato) y el único triple-doble de la historia de la Universidad hasta la fecha.


Sin embargo, los problemas volvieron. En Enero de 2001 de nuevo llegó a las manos con un compañero de equipo, al que persiguió hasta el vestuario y atizó un puñetazo en el ojo.

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He visto a grandes jugadores de instituto descentrarse y acabar bebiendo por las esquinas de las calles de botellas de ginebra. Le comenté esto a Eddie

Ésas fueron las palabras de Marvin Powell, hermanastro de Griffin, al New York Times el 18 de Diciembre del 2000. Powell, que fue también una estrella en el equipo de baloncesto del Martin Luther King y en Hartford, había sido como un padre para Eddie, quien incluso vivió con él durante varios años en Connecticut durante principios de los 90.

Tres meses después de pronunciar esas palabras, el 21 de Marzo de 2001, Powell moría de un ataque al corazón a los 34 años.

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Una vez finalizada la temporada en Seton Hall, a sabiendas de que su enorme talento todavía cautivaba a no poca gente y, en cierto modo, “ocultaba” todo su conflictivo historial, Griffin se declaró elegible para el Draft de 2001 después de sólo un año de periplo universitario.

Para muchos, todos sus problemas extradeportivos hacían pensar en que no sería más que otro más de tantos pufos del Draft, pero Rudy Tomjanovich no creía precisamente eso. En la noche del 27 de Junio fue elegido por los Nets con el número 7 e inmediatamente traspasado a Houston, quien a cambio de Griffin dio a sus 3 elecciones de primera ronda: Richard Jefferson (número 13), Jason Collins (número 18) y Brandon Armstrong (número 23).


Su año de rookie parecía darle la razón a Tomjanovich: 8,8 puntos, 5,7 rebotes y 1,8 tapones en 26 minutos de promedio a lo largo de 73 partidos (24 como titular). Su segundo año ya no fue tan prometedor, ya que sus números, a pesar de seguir siendo buenos, se estancaron, aun jugando casi toda la temporada de titular junto al recién elegido Yao Ming (66 partidos de 77 disputados). Acabó promediando 8,6 puntos, 6 rebotes y 1.4 tapones en 24.5 minutos.


Tras finalizar la temporada 2002-03 sus problemas con el alcohol se acentuaron, lo que le llevaría a pasar gran parte del año en el prestigioso Betty Ford Center, clínica especializada, entre otras tareas, en el tratamiento de deshabituación de éste. Los escarceos de Griffin con el alcohol no eran nada novedosos, pues fueron un continuo durante sus años de NBA. Según un amigo de la familia, todo lleva a pensar que dichos problemas comenzaron tras la muerte de su hermanastro.

Los Rockets, al frente de los cuales ya no estaba Tomjanovich, (Jeff Van Gundy fue contratado como entrenador jefe antes del comienzo de la temporada 2003-04) decidieron finalmente cortarlo un 19 de Diciembre. Tras dos años y medio, el equipo que hipotecó sus numerosas elecciones de primera ronda en el Draft dos cursos antes desistía de Griffin. De nada sirvieron los esfuerzos de la franquicia tejana por tratar de centrarle y alejarle de todos sus problemas extradeportivos. Como dijo Keith Jones, vicepresidente de operaciones y preparador físico de los Rockets algunos años después, “hicimos todo lo que pudimos para cuidarlo”. Y así fue. Además del programa de orientación de Rookies que dispone la Liga, de obligado cumplimiento para los recién llegados, tenían a un miembro del equipo de seguridad de la franquicia exclusivamente dedicado a cuidar de Griffin. Por si eso fue poco, también trabajaron con un agente inmobiliario que le ayudó a comprar una casa y a abrir una cuenta corriente.

“Creo que hicimos un buen trabajo aconsejándolo y dándole una base sólida sobre la que trabajar, además de gente dedicada a cuidar de él”. “No puedes estar con él las 24 horas del día”, decía Jones. "No puedes hacer más cuando un chaval no quiere recibir ayuda y no está preparado para cambiar, ni tiene intención de hacerlo".

El 29 de Diciembre de 2003 llega a un acuerdo, curiosamente, con el mismo equipo que lo drafteó. Tras firmarlo oficialmente el 8 de Enero de 2004, los Nets no aguantaron ni dos meses al jugador, que no llegó siquiera a debutar con ellos. El 27 de Febrero era nuevamente cortado.

En Marzo Griffin se declaró culpable del delito de asalto con agravante, resultado de una acusación según la cual golpeó y disparó a su ex-novia, que se encontró a él con otra joven en su casa de Houston. El resultado fue una condena de 18 meses de libertad condicional. Mientras cumplía la pena, fue también condenado a 15 días de cárcel (de los que cumplió 11) por violar la orden judicial, ya que se encontraba en un club de Houston una noche en que se produjo una pelea.

En el verano de 2004 Griffin parecía prácticamente acabado. Sin embargo, apareció la figura de Kevin McHale, presidente de operaciones baloncestísticas de los Wolves, quien le ofreció un puesto en el, en ese momento, vigente finalista de la Conferencia Oeste. La oferta era por un año. Sorprendentemente, el jugador respondió y rindió a un nivel similar al de sus dos primeras temporadas: 7,5 puntos, 6,5 rebotes y 1.7 tapones saliendo desde el banquillo en 21,3 minutos durante 70 partidos a lo largo de ese curso 2004-05.


McHale había hecho de Griffin su proyecto personal, convencido de que podía recuperar al talentoso jugador para el baloncesto. En su empeño, le dio incluso una taquilla al lado de la de Kevin Garnett.

McHale era otro claro exponente de la “doctrina Tomjanovich”, es decir, del grupo que pensaba que podía hacer de él un gran jugador, del grupo que creía que sólo se necesitaban unos mentores y unos doctores adecuados para guiarle y tratarle sus problemas.

Tras su prometedor primer año en los Wolves, éstos le firmaron una extensión por 3 años (aunque con opción del jugador en el último). Pero poco duró la alegría. En el curso 2005-06, con un equipo eso sí que poco se parecía al que alcanzó la final de la Conferencia Oeste ante los Lakers en 2004, Griffin bajó considerablemente sus números pese a jugar prácticamente los mismos minutos que en el curso anterior. En, de nuevo, 70 partidos (27 como titular), promedió 4,6 puntos, 5,6 rebotes y 2,1 tapones en 19.4 minutos de juego.

Pero ése no era el problema precisamente. Acabando la temporada, el 30 de Marzo de 2006, Griffin tuvo un accidente de tráfico. Hasta ahí todo normal, si no fuera porque testigos y amigos aseguraron que el jugador iba viendo un DVD pornográfico y masturbándose mientras conducía su deportivo. Acto seguido, entró en una tienda cercana a donde se produjo el accidente. Allí las cámaras lo grabaron mientras aseguraba reiteradamente que estaba borracho y no tenía carné de conducir, a la vez que suplicaba al propietario del vehículo con el que se chocó que no llamara a la Policía, que él a cambio le compraba un coche nuevo. A pesar de todo, la Policía llegó a aquel lugar, aunque sorprendentemente no sometió a Griffin a prueba de alcoholemia alguna. A causa de ello, se abrió una investigación para determinar si los oficiales violaron el protocolo por el hecho de ser un jugador NBA la persona a quien debían realizárselo.

En la que sería su última temporada como profesional, la 2006-07, apenas jugó 13 partidos con los de Minnesota. 1,4 puntos y 1,9 rebotes en 7.1 minutos de juego fue su bagaje. Entre medias, suspensión de la NBA por 5 partidos en Enero por violar su política anti-drogas. Finalmente, y cansados de su actitud y de todos sus problemas extradeportivos, los Wolves decidieron cortarlo el 13 de Marzo de 2007. Incluso McHale había abandonado ya la idea de que podía salvar la carrera y la vida de Griffin.

En el verano de 2007 no había nadie interesado en ficharlo. Con sólo 25 años y con todas las oportunidades que se le dieron desperdiciadas, su carrera NBA parecía haber finalizado.

Así es como se llegó al Viernes 17 de Agosto. Eddie conducía, como en otras ocasiones, su deportivo por una carretera de Houston a eso de las 1.30 de la madrugada. Ignoró las señales que avisaban de la existencia de un paso a nivel, atravesó la descendida barrera y chocó su vehículo contra un tren de mercancías. La explosión y las llamas calcinaron su cuerpo de tal manera que fue imposible identificarlo. Se tuvo que recurrir al análisis de registros dentales para poder confirmar que fue Eddie Griffin el conductor de aquel automóvil.

Parece ser, según testimonios de gente cercana a él, que aquélla fue la forma elegida por el jugador para poner fin a todo su calvario. La melancolía, la depresión y el alcohol le habían ganado el partido. Sin embargo, no se puede decir que el final de la historia sorprendiera a alguien.

Como citaba A. Wojnarowski en su artículo tras la muerte del jugador, y referido a las palabras pronunciadas por el director de su instituto, “for all the Father's best intentions and blessings, there never was salvation for this lost soul. Never peace”.

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"El baloncesto nunca fue importante para él. Necesitaba aprender más sobre la vida y, desafortunadamente, nunca fue capaz de alcanzar su verdadero potencial” dijo su penúltimo entrenador en la NBA, Dwane Casey. “Todo el mundo intentó ayudarlo, desde la primera hasta la última persona de esta franquicia. Simplemente no pudo ir por el camino correcto. Es un triste final para un buen chico. Tenía un gran corazón”. Añadió también que “Eddie era como un hijo para Garnett. Kevin realmente disfrutaba trabajando con él y teniéndolo bajo su protección”.

“No puedo decir que me sorprenda”. Apostillaba Keith Jones. “Es muy triste, y Eddie era un buen chico. Tenía un gran corazón, aunque tomara varias malas decisiones en muchos asuntos”. “Sabía que confiaba en mí. Él sabía que yo nunca le pediría nada, salvo que triunfara. Lo que me mosquea es que habría deseado que él hubiera confiado en mí lo suficiente como para llamarme todas las veces que necesitara ayuda, ya estuviera bebiendo o tuviera algún problema”.

En palabras de J.A.Adande, “while Griffin, apparently, was not surrounded by people who could guide him to the right path, in the end he wasn't able to escape himself”.

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